Mercado de Abastos

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Mercado de Abastos

Villaviciosa

La prosperidad económica del concejo de Villaviciosa en los últimos años del siglo XIX y primeros de la siguiente centuria, exigió la construcción de edificios públicos como las escuelas graduadas, la casa consistorial o el mercado de abastos. Estas construcciones ocuparán las parcelas del ensanche que había roto los límites de la primitiva muralla para atender las necesidades de espacio de una población en continua expansión.

En la villa se concentraba la actividad comercial del concejo y por ello se plantea la necesidad de un recinto en adecuado para la venta diaria de productos frescos. La construcción de mercados públicos vendrá a solucionar un problema habitual en las poblaciones que, como en el caso de Villaviciosa, habían visto como su población aumentaba y con ello la demanda de alimentos. Los nuevos hábitos higiénicos no eran compatibles con la venta callejera de alimentos y habilitar espacios adecuados se convirtió en una prioridad para las corporaciones municipales.

Una primera generación de mercados, en la que se incluye el de Villaviciosa, tendrán como base constructiva las estructuras metálicas realizadas con elementos prefabricados que protagonizarán la arquitectura del siglo XIX y primera década del siglo XX. El mercado central de París, Les Halles, proyectado por Víctor Bertrand en 1851, se convirtió en el modelo para todos los mercados municipales de Europa.

De la redacción del mercado de Villaviciosa se encargará un arquitecto que ya contaba con experiencia en la construcción de estos edificios, el arquitecto Juan Miguel de la Guardia (1849-1910), uno de los profesionales más activos del momento, como arquitecto municipal de Oviedo y en el desarrollo de una intensa actividad privada.

Siguiendo las pautas ya establecidas en su proyecto para el Mercado del Progreso de Oviedo (1883), plantea un edificio exento de planta rectangular y de gran tamaño. En la calle central de cada una de las fachadas se abre una puerta bajo arco rematada con dintel escalonado. El interior, amplio y diáfano gracias a las abundancia de vanos y las cristaleras abiertas en la cubierta, se organiza en un espacio central y un pasillo que lo circunda con las columnas que soportan la cubierta como elementos divisorios.

Mónica García Cuetos

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