Industrias
La factoría de Cayés (Llanera) fue fundada en 1868 por Wenceslao Guisasola para la producción de tejas y ladrillos bajo la denominación de Tejería Mecánica, conocida popularmente como «La estufa». Décadas más tarde, en 1902, dio comienzo la fabricación de piezas cerámicas, que le dio su configuración espacial, arquitectónica y denominación actuales.
El conjunto está compuesto por dos partes bien diferenciadas, separadas hoy por la carretera. Por un lado se encuentra el edificio de oficinas, que lleva la firma del arquitecto Manuel del Busto. Este inmueble está conformado por dos edificios paralelos de planta rectangular, levantados empleando ladrillo visto y zonas revocadas. En su fachada principal encontramos una torre cuadrangular sin grandes vanos que alberga el reloj y el rótulo cerámico con el nombre de la Empresa, y que recuerda a otras construcciones levantadas por el mismo autor en otras zonas de Asturias. A su lado se dispone un balcón volado metálico prominente, sostenido por elementos del mismo material, y al que se accede a través de una arquería triple protegida por tejaroz de madera superior. A su lado nos encontramos una segunda nave a la que se accede por un gran arco escarzano, rematado por un frontón mixtilíneo con el cuerpo central en resalte.
A ese mismo lado de la carretera se encuentra una nave industrial de ladrillo en la que destaca la ordenación de los vanos, en sus dos alturas, separadas por fajas, a cuyos pies se sitúa una de las dos chimeneas. La otra, en peores condiciones de conservación, se encuentra en la segunda parte del complejo, frente a las oficinas. Se inserta en una nave de grandes dimensiones y en su parte superior está ornada con diferentes anillos superpuestos, tanto lisos como ajedrezados, y una sucesión de cajeados que circundan la chimenea.
El inmueble fue incluido en el Inventario de Patrimonio Histórico Industrial (IPHI) de Asturias que, aunque sin validez jurídica, reconoce el gran valor de estas instalaciones. Actualmente una parte ha sido reconvertida para nuevos usos empresariales y clínicos, mientras que el resto continúa sumido en una profunda degradación que amenaza la integridad de los edificios que la conforman.
Rubén Domínguez Rodríguez
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