por Rubén Vega García
Historiador. Profesor de la Universidad de Oviedo. Director del Archivo de Fuentes Orales para la Historia Social de Asturias. Ha trabajado siguiendo líneas de investigación centradas en las culturas del trabajo, los conflictos sociales y los procesos de desindustrialización.
El movimiento obrero ha sido el principal vertebrador social y político de Asturias a lo largo del siglo XX. La historia de la clase obrera es, en buena medida, la historia de la región en ese período.
Asturias fue, a lo largo del siglo XX, junto a Cataluña y el País Vasco, una de las regiones más industrializadas y con mayor arraigo del movimiento obrero en España. La minería del carbón y la metalurgia sostuvieron la economía asturiana, escasamente diversificada y siempre dependiente de la protección estatal. En torno a estos sectores se configuró el poblamiento de la franja central de la región, se estructuró la sociedad y se articularon, en buena medida, las organizaciones sociopolíticas y los conflictos sociales. A su vez, la imagen de Asturias permaneció asociada a la condición de fortaleza obrera, personificada en la combatividad de unos mineros que protagonizan en 1934 un levantamiento revolucionario y se convierten durante la dictadura franquista en referencia obligada para toda la oposición. Algunas de esas luchas han alcanzado la condición de hitos de referencia y han sido revestidas de una épica que perpetuaba su memoria.
Cuando ha habido condiciones democráticas, la hegemonía social, política y (en algunas ocasiones) cultural ha estado en manos de una clase obrera organizada y con alta capacidad de movilización. Y cuando ha habido dictadura –especialmente durante el Franquismo- el movimiento obrero asturiano ha sido una de las principales fuerzas de la resistencia democrática. En las cuencas mineras y las ciudades industriales se consolidaron comunidades obreras bien cohesionadas y políticamente muy activas. Socialistas, anarcosindicalistas y comunistas lograron una firme implantación. Los valores de la cultura obrera y la solidaridad de clase fueron socializados hasta convertirse en predominantes y arraigaron lo suficiente como para seguir vigentes bajo las condiciones represivas de la dictadura que vino tras la guerra. El declive industrial ha socavado esas bases al tiempo que mostraba sus fuertes raíces.
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