por María Zapico López
Es Licenciada en Historia del Arte, Doctora por la Universidad de Oviedo y profesora de enseñanza secundaria. Su investigación se desarrolla en el campo de la Historia del Arte y el Patrimonio Industrial.
Desde mediados del siglo XIX, la minería de carbón de hulla trajo notables transformaciones en el paisaje de carácter rural asturiano, poblándolo de insólitos edificios.
Víctor Considérant decía que la arquitectura escribe la historia, por tanto, solo sería necesario observar los vestigios patrimoniales de las explotaciones mineras para retrotraernos a épocas pasadas relacionadas con el sector. En este sentido, son innumerables los inmuebles derivados de la historia industrial en los que se aunaron diseño, técnicas y soluciones arquitectónicas singulares y que conforman un patrimonio industrial exponente de nuestra memoria colectiva. No obstante, cabe matizar que la actividad minera no sólo pobló de espacios productivos nuestro entorno, sino que también trajo otro tipo de construcciones de tipo social o equipamientos fuera del ámbito estrictamente laboral. Se trataba de edificaciones que, en algunos casos, respondían a medidas paternalistas enunciadas por higienistas o filántropos y adoptadas por grandes empresas del sector como Duro Felguera o la Sociedad Hullera Española (SHE), con el fin de reforzar vínculos de lealtad y mejorar el rendimiento del obrero.
Si la dotación de vivienda obrera fue una de las constantes dentro de esas iniciativas de empresa, la instrucción pedagógica del obrero también ocupó un lugar principal con el fin de reorientar su vida desde la infancia a través de la promoción de escuelas de enseñanza primaria. De otra naturaleza, aunque dentro de este ambiente de alfabetización, se enmarcan instituciones benéfico-docentes como el Orfanato de Mineros Asturianos, promovido por Manuel Llaneza a través del Sindicato Minero de Asturias. Sin olvidar la enseñanza de personas adultas en escuelas de oficios o aquellas que instruían a futuros ingenieros o capataces sobre conocimientos científico-técnicos de la explotación de minas. No podemos obviar, además, lugares para el ocio, la provisión de alimentos o la asistencia médica (grandes hospitales, como el Sanatorio Adaro). Como contrapunto, también encontramos campañas constructivas destinadas a ingenieros o mandatarios con un vocabulario arquitectónico más cuidado.
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