por Gemma Suárez Menéndez
Licenciada en Historia del Arte y Doctora por la Universidad de Oviedo, su actividad investigadora se focaliza en el campo del Patrimonio Industrial.
Desde el último tercio del siglo XIX instituciones como las Juntas de Obras de los Puertos han ordenado el espacio portuario español, territorios transformados a los que se ha de vincular un rico Patrimonio Industrial.
Señalaba Adolphe Desoignie, ingeniero director de la mina de Arnao, cómo un puerto debidamente constituido podía relacionar una villa con el litoral peninsular y crear un área de relevancia para la industria regional. Esta máxima es aplicable a la generalidad de los espacios portuarios, siendo imprescindible la dotación de buenas infraestructuras para la articulación del comercio y la industria de cualquier territorio.
En el caso del litoral asturiano, instalaciones como noráis, drops, muelles o dársenas comparten paisajes con villas marineras distinguidas por lonjas -como las de Llanes y Ribadesella- y faros -como el del cabo Peñas, Luarca o Candás- que iluminaban el sendero a seguir por los marineros en su regreso a tierra.
Especialmente relevantes son los puertos industriales, algunos de ellos asociados a un pasado carbonero, como el puerto de San Esteban, promovido por iniciativa de siderúrgicos vizcaínos, donde ya a finales del siglo XVIII las chalanas, asociadas a la propuesta del ingeniero de marina Casado de Torres, remontaban el cauce del rio Nalón con su carga mineral.
Los puertos de Avilés o Gijón aparecen ligados al proceso industrializador que a partir de mediados del siglo XIX vive la región, vinculándose en un primer momento estos espacios al tráfico derivado de la explotación del carbón, sector que vivirá una época de bonanza durante la autarquía franquista, momento en que se suprime la importación del carbón inglés. Posteriormente, y coincidente con la crisis del carbón en los años 60, la importancia de su tráfico variará durante el desarrollismo, época en que el florecimiento de la siderurgia en Asturias, especialmente con la implantación de ENSIDESA en Avilés y UNINSA en Veriña, demandará un cambio de función que provocará nuevas transformaciones en las dotaciones portuarias, generándose así un nuevo Patrimonio Industrial asociado a un nuevo paisaje litoral, testimonio y legado a conservar para el conocimiento de las generaciones futuras.
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