Industrias
Al igual que en otras villas costeras asturianas, en Gijón se había desarrollado una actividad de carpintería de ribera hasta finales del siglo XIX. Con la construcción a partir de 1887 del primer dique seco, el Dique Gijón, impulsado por la sociedad Cifuentes, Stoldtz y Cía., se introduce un cambio de escenario.
Las firmas metalúrgicas y de construcción de maquinaria fueron desde entonces las encargadas de asumir los trabajos de reparación y de construcción de buques, con Riera y Cia. a la cabeza, seguida por Cantábrico, Constructora Gijonesa y la Sociedad Española de Construcciones Metálicas.
El definitivo despegue de los astilleros gijoneses se produce a partir de la década de 1940, en el contexto de la autarquía, de la mano de una serie de medidas de apoyo oficial en forma de créditos - Ley de Crédito Naval de 1941, Ley de Protección de la Construcción Naval de 1951, Ley de Protección y Renovación de la Flota Mercante de 1956 - así como los dos Planes de Desarrollo Económico y Social de 1964 y 1968. Al impulso que la industria naval conoce en aquellas fechas debemos la ampliación de las infraestructuras y la modernización de las instalaciones, dando como resultado un potente entramado industrial extendido a lo largo de la franja litoral Oeste, entre el viejo puerto local y el de El Musel; un espacio presidido por las firmas Astilleros del Cantábrico, Astilleros G. Riera, Astilleros de Ojeda, Juliana Constructora Gijonesa, Astillero de la Sociedad Metalúrgica Duro Felguera y Marítima del Musel, S. A.
Los astilleros conocieron una etapa de bonanza a la que ponía fin en la década de 1980 la crisis del sector, iniciándose un agónico proceso de cierre que, más allá de sus graves consecuencias socioeconómicas, ha acarreado la pérdida de sus vestigios. El último de los clausurados, Naval Gijón, con la mayor parte de sus instalaciones desmanteladas, sirve como sede ocasional para actividades culturales y lúdicas como la Semana Negra de Gijón.
El resultado de todo este proceso ha sido la impune destrucción de los testimonios de una pujante industria naval que, paradójicamente, se ha visto sustituida por un parque inmobiliario cuyos modernos y costosos edificios recrean la apariencia de barcos.
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