Industrias
Destacado exponente del desarrollo de las artes industriales en Asturias, la historia de la Fábrica de San Claudio se remonta a los albores del siglo XX. El industrial Senén María Ceñal establecía en el año 1901 una factoría, en San Claudio, aprovechando ciertas ventajas de localización, como la cercanía al núcleo de Oviedo, el abastecimiento de aguas y de carbones, y la conexión ferroviaria. De hecho, la fábrica contaba con un ramal que enlazaba con la línea Oviedo-Trubia que facilitaba el transporte de materiales.
Se iniciaba así la construcción de un complejo de naves y baterías de hornos que, en parte, aprovechaba las instalaciones de la antigua fábrica de Cerámica Asturiana, emplazada en el mismo enclave. Un grupo de talleres, almacenes de materias primas, carpintería, comedor y viviendas para obreros completaban el conjunto. Orientando su producción hacia la loza feldespática, inspirada en la loza inglesa, la factoría es dotada con modernas instalaciones, como dos hornos de bizcocho y otros dos de barniz, hornos de botella alimentados con carbón que llegaron a tener una capacidad para 100.000 piezas.
Tras varios años de problemas económicos, cese de la actividad y disolución de la empresa, en 1922 quedaba constituida la nueva sociedad Fábrica de Loza de San Claudio S. A. Arrancaba así una etapa de prosperidad y de mejoras en las instalaciones que permitieron a la firma conquistar el liderazgo nacional en la producción de vajillas de calidad. Una vez superada la crisis que la sociedad atraviesa en los años de la guerra civil y la inmediata posguerra, la década de 1950 inaugura un período expansivo y de modernización. Se instalan entonces los hornos de gas Kerabedarf, de procedencia alemana, y un gasógeno. La firma logra mantenerse con solvencia hasta los ochenta, iniciando un agónico declive al que pone fin el cese definitivo de la actividad en 2009.
Con todo, el que fuera el primer Bien de Interés Cultural de carácter industrial declarado en Asturias – declaración anulada en 2012 – carece en la actualidad de protección patrimonial efectiva y su estado de abandono es cuando menos preocupante.
Natalia Tielve García
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