Rampa-Minero

La monumental escultura fue costeada mediante suscripción popular, siguiendo la estela de los monumentos conmemorativos tradicionalmente dedicados a las grandes figuras de la industrialización. Empero, en este caso, no se trataba de homenajear al buen patrón, cuidadoso vigilante de su rebaño y de sus haciendas. En la poderosa figura de Lombardía, por contra, el reconocimiento y la exaltación se iban dirigidos a la fuerza del trabajo, a los hombres y a las mujeres de la mina y, en particular, a los catorce fallecidos el 31 de agosto de 1995 en la tragedia del Pozo San Nicolás, la última de las explotaciones mineras que mantiene hoy su actividad.

Un imponente torso ejecutado en bronce, de marcado vigor expresivo y exento de todo componente anecdótico, acoge en sus entrañas una rampa de mina. Una escultura rotunda, anclada en la tierra donde el tradicional pedestal se ve reemplazado por un reducido soporte de acero corten y una zapata de hormigón. La llama encendida que, en origen, alojaba en su interior debía simbólicamente sustentar la preservación de la memoria.

Rampa-Minero ha de contemplarse en el marco de la fértil trayectoria creativa del langreano Miguel Ángel Lombardía. Un artista que, conjugando procedimientos, recursos y lenguajes plurales -pintura, dibujo, escultura, ilustración, obra gráfica– ha trazado renovados rumbos que desde el realismo social le han llevado al neoexpresionismo, pasando por la nueva figuración. Una obra densa y meditada que, con un claro sentido identitario, ha dado entrada al mundo de la mina conciliando compromiso social, expresivismo, simbolismo y reafirmación matérica.

Las cartelas que incorpora el monumento recogen sendas dedicatorias: “A los mineros de todo el mundo muertos en accidente de trabajo. Mieres 31 de agosto de 1995” y “Se inauguró este monumento realizado mediante suscripción popular, el día 4 de noviembre de 1996, festividad de Santa Bárbara patrona de los mineros”.

Natalia Tielve García