Arte y cultura
342116927
Central de Salime
342001930
Poblado de A Paicega
360617555
Murales de Salime
341208054
Central de Proaza
341097033
Central de Aboño
341202778
Central de Miranda
341207468
Central de Tanes
El monumental aprovechamiento hidroeléctrico de Salime, construido entre los años 1945 y 1955, es una soberbia manifestación de la labor integradora desarrollada por Joaquín Vaquero Palacios en colaboración con su hijo Joaquín Vaquero Turcios.
En la sala de turbinas de la Central de Salime encontramos dos de las intervenciones más interesantes: una composición geométrica que reproduce la descarga eléctrica entre dos polos y un gran friso narrativo que da cuenta de la laboriosa experiencia constructiva del salto. La composición, a gran escala, exige una lectura continua para aprehender el relato, la narración de los trabajos emprendidos desde la génesis del proyecto hasta llegar a las aplicaciones de la electricidad y de sus protagonistas.
El relato plástico arranca con la invención del Salto y la representación de los Consejeros de las empresas promotoras -Hidroeléctrica del Cantábrico S.A. y Electra de Viesgo, S.A.- así como de los Ingenieros responsables de los estudios técnicos. A la síntesis de los trabajos constructivos -accesos, transporte y edificios– siguen los Obreros, protagonistas del tramo central del mural; les sobrevuela la escena de la Pietá, en la que una mujer apesadumbrada sostiene entre sus brazos a un obrero, en recuerdo de los fallecidos durante las obras. Continúan el relato los Directores y los Artistas: el padre, Vaquero Palacios, representado como escultor; el hijo, Vaquero Turcios, como pintor.
Más adelante, junto a la alusión al embalsamiento y el hundimiento de las fincas y edificios preexistentes, son esquemáticamente reproducidos los elementos que integran el salto: la presa, el aliviadero, la central, la subestación de intemperie, los grupos de turbina-alternador, los mandos y el transformador. Culmina el mural con el encendido de una bombilla y la producción de la energía, el calor, la fuerza, la luz y sus líneas de transporte.
El resultado es una obra rotunda y equilibrada en la que quedan armónicamente acompasados verismo y simbolismo. El tratamiento digno, severo y solemne de las monumentales figuras, de porte épico, la rotundidad plástica, la vivacidad cromática e intensidad emotiva nos permiten enlazarlo con las composiciones del muralismo mexicano.
GALERÍA DE IMÁGENES
Comentarios recientes