Con una compleja historia que arranca con su primera fundación en 1823 bajo el impulso del Ministro de Hacienda, el asturiano José Canga Argüelles, la Fábrica de Tabacos de Gijón será refundada en 1837, situándose primero en el Palacio de los Valdés para en 1842 pasar a ocupar su emplazamiento definitivo, el entonces recién desamortizado convento de Agustinas Recoletas.
La transformación del espacio conventual en edificio fabril exigió acometer importantes reformas. Así, la iglesia fue adecuada como almacén de tabacos tapiando la cabecera, cegando ventanas, sustituyendo el enlosado por un entarimado de madera a fin de alcanzar la humedad y temperatura idóneas para la conservación del tabaco, e instalando a inicios del siglo XX una grúa eléctrica sobre raíles. La casa conventual fue reformada como núcleo de los talleres y la vicaría como portería y espacio administrativo.
Entre los años finales del siglo XIX e inicios del XX se levantaron diversas construcciones auxiliares en los espacios libres de las antiguas huertas conventuales. A estos añadidos y modificaciones se sumaron los inherentes a la mecanización y la modernización del establecimiento. Como resultado de todo ello se generó un intrincado espacio, con multitud de estancias y recrecidos. La fábrica, a pleno rendimiento desde mediados del siglo XIX, contó con un volumen de plantilla de unas 1.500 personas, en su mayor parte personal femenino, las célebres cigarreras.
Tras el cese de su actividad, en 2002, el inmueble quedó bajo la titularidad del Ayuntamiento de Gijón que abrió un proceso encaminado a su rehabilitación y reconversión en equipamiento cultural, situación que sigue sin resolverse en la actualidad. Entre tanto, se ha llevado a cabo el desmantelamiento de los anexos industriales del antiguo edificio, se han desarrollado campañas arqueológicas y se han emprendido trabajos de rehabilitación del inmueble.
Natalia Tielve
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