Las instalaciones, que se mantuvieron en activo hasta el año 1968, produjeron también a lo largo de su historia bombones, caramelos y turrones, llegando a contar en su plantilla con maestros turroneros alicantinos. La producción llegó a alcanzar las 210.000 libras mensuales y su importancia creció a consecuencia de las exportaciones realizadas tras la Guerra Civil.
La fábrica está compuesta por un edificio de dos alturas, cuyos accesos están dignificados por marquesinas de hierro. Su construcción, con ladrillo macizo cargado, combinó arcos adintelados en el piso bajo con arcos carpanel en el primero.
En las inmediaciones se encuentra el edificio residencial de la familia, que contó con nueve habitaciones, biblioteca, capilla y con una gran galería volada de madera y cristal, sostenida sobre columnas férreas. El conjunto se encuentra abandonado en su integridad.
Rubén Domínguez Rodríguez
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