Industrias
La necesidad de disponer de un espacio adecuado para la venta de alimentos frescos y evitar los inconvenientes de la celebración del mercado de ganados en plena vía pública, se dejaba sentir cada vez con más fuerza en Ribadesella a medida que la villa crecía con el impulso de la intensa actividad de su puerto y el aumento de la población. Este aumento se notaba especialmente en la época estival con la llegada de la selecta colonia de veraneantes con hábitos de consumo propios de las modernas concentraciones urbanas.
El proyecto fue redactado en 1935 por Manuel García Rodríguez (Gijón 1898-1980), arquitecto municipal de Ribadesella desde 1932 a 1964. García plantea un edificio con una doble función, mercado de abastos y mercado de ganados; finalmente esta última función fue eliminada del proyecto.
El espacio interior del mercado, destinado a transacciones, estaba distribuido en puestos de dos clases: cerrados periféricos y abiertos o centrales. También se habilitaron puestos exteriores en la terraza cubierta en voladizo que rodeaba al edificio por dos de sus frentes.
El sistema general de construcción tuvo como material principal el hormigón armado lo que permitió una cimentación óptima en el difícil suelo en el que se asienta el edificio, un terreno ganado a la ría. La utilización de este material explicaría la participación en el proyecto de Ramón Argüelles Álvarez del Busto, ingeniero de la Junta de Obras del Puerto de Gijón. Esta colaboración muestra el empeño de los arquitectos racionalistas en dar protagonismo a la estructura como parte esencial de la obra arquitectónica. Además, esta colaboración le dará el impulso definitivo a la construcción con hormigón armado tras una primera etapa de implantación en la que se serán los ingenieros los primeros en utilizarlo, razón por la cual las primeras aplicaciones se producen en el ámbito de la ingeniería, la industria y la obra pública.
A pesar de las modificaciones, añadidos, alteraciones y cambios de uso que ha sufrido el mercado de Ribadesella, aún conserva sus valores originales, como la armonía de sus proporciones, la luminosidad que aporta su equilibrada distribución de vanos y su papel como digno representante de un estilo arquitectónico que rompió con la tradición.
Mónica García Cuetos
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