Puerto de amplio calado y excelentes condiciones de abrigo, entra en operaciones en 1907. Desde la construcción del dique Norte y del muelle de Ribera, siguiendo el proyecto del ingeniero Francisco Lafarga, se han sucedido las ampliaciones, remodelaciones de sus muelles y construcción de equipamientos para dar respuesta a los requerimientos de la actividad industrial, comercial y pesquera: la Estación Marítima, el Parque de Carbones, el Espigón para trasatlánticos, dragados en los muelles, vías férreas, grúas, almacenes y oficinas.
Algunas de las obras más importantes se han visto vinculadas, entrada la segunda mitad del pasado siglo, a la implantación de la planta de siderurgia integral de UNINSA y al desarrollo industrial del valle de Aboño, con el asentamiento de la Cementera de Tudela Veguín y la Central Térmica de H.C. El puerto perdía entonces la que venía siendo su función histórica preferente – la exportación de carbón – para especializarse en el abastecimiento de materias primas, en primer lugar a la siderurgia, pero también a otras las instalaciones fabriles. Entre las obras de mayor empaque acometidas en El Musel en aquellos años se encuentra la ejecución de los diques Oeste y de Levante y el ensanche del dique Norte. El espectacular incremento del volumen de tráficos experimentado en la década de 1990 fue el factor decisivo para impulsar la polémica macroampliación llevada a cabo entre los años 2005 y 2012.
En la medida en que constituye una obra viva y en continua evolución, los sucesivos trabajos ejecutados en el puerto han llevado a la pérdida de una parte significativa de sus vestigios históricos. Por fortuna, algunos elementos de indudable intensidad patrimonial se han preservado, como el antiguo cargadero de carbón y un conjunto de inmuebles de inicios del siglo XX: el Edificio de La Sirena, el Edificio Central de la Junta de Obras y la antigua central eléctrica que acoge desde 2003 el centro de recepción de visitantes.
Natalia Tielve García
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