Buscando la armónica integración en el entorno - natural y cultural - el poblado es erigido en dos fases, en los años 1961 y 1968.
En la primera etapa constructiva se levanta un grupo de catorce viviendas adosadas, dispuestas a una sola altura. De volumetría cúbica y acabado blanco, incorporan cubierta a dos aguas de pizarra con pendiente hacia el interior. Se adopta en su planificación un esquema de edificación perimetral, permitiendo dejar un espacio interior privado, ajardinado, de uso comunitario y protegido de los vientos. Es un planteamiento similar al que encontramos en el poblado de Ribera de Arriba, concebido por el mismo arquitecto para los empleados de la central térmica de Soto de Ribera. En torno al espacio central los inmuebles se disponen de forma retranqueada, adaptándose a la pendiente del terreno y a la forma irregular de la parcela. Las viviendas se elevan sobre una plataforma de hormigón, bajo la que se disponen trasteros, tendales, zona de juegos y cocheras. En lo que se refiere al programa de los alojamientos, se adoptan cinco soluciones diferentes con el propósito de acomodarse tanto a las necesidades de los diversos grupos familiares como a las categorías socio profesionales a las que estas quedan destinadas.
En una segunda fase son proyectadas doce viviendas, emplazadas en una cota más alta. Se agrupan dando lugar a cinco bloques adosados, desarrollados en alzado en dos y tres pisos. En lo que a soluciones constructivas, materiales y aspectos formales se refiere, reproducen los esquemas de las viviendas adosadas. Se disponen sobre dos plataformas de hormigón escalonadas: la inferior da cabida a las cocheras y núcleos de escalera, mientras que sobre sobre la superior, ligeramente volada, se acomodan los bloques de pisos.
Con todo, al igual que ocurre con otros poblados diseñados por Álvarez Castelao, el de Navia es un atinado ejemplo de equilibrio entre organicismo y racionalismo.
Natalia Tielve García
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