por Faustino Suárez
Es Licenciado en Geografía e Historia, Doctor por la Universidad de Oviedo y Vicepresidente de INCUNA, Asociación de Arqueología Industrial. Su investigación se ha desarrollado en el campo de la Geografía y el Patrimonio Industrial.
El beneficio de los yacimientos carboníferos de Asturias conoce un primer gran impulso a fines del s. XVIII, pero no será hasta la segunda mitad de la siguiente centuria cuando se desarrolle convenientemente.
Decía Alejandro Aguado, primer Marqués de las Marismas del Guadalquivir y figura destacada de la industrialización asturiana del siglo XIX, que donde hay carbón, hay de todo. Y Asturias lo tenía, además de otros recursos fundamentales para la industria, como la madera o el agua. Sobre estas bases se construyó el primer ferrocarril netamente industrial de la península, el Langreo- Gijón, que posibilitó la primera gran siderurgia regional en La Felguera que, a su vez, incentivó la explotación de la hulla, siguiendo métodos y técnicas netamente capitalistas.
Si bien el carbón era conocido desde antiguo y las empresas dieciochescas - las Reales Minas de Langreo, la Empresa del Nalón, y la Fábrica de Trubia- habían señalado la potencialidad del mineral, no será hasta la segunda mitad del XIX cuando experimente su eclosión de la mano de un sistema liberal que empezaba a dar sus frutos administrativos y legislativos, imprescindibles para el desenvolvimiento de una industria nacional. Sin embargo será en el siglo XX cuando la minería asturiana conozca su gran desarrollo en dos circunstancias bien diferentes: durante la Primera Guerra Mundial, con los principales productores europeos sumidos en la contienda; y en la autarquía de la dictadura militar de Franco, cuando el mineral asturiano fue insustituible. En estos periodos se levantarán las más interesantes unidades, como Sotón, María Luisa, San José, San Jorge, Polio… Pero la minería no se circunscribe a los espacios de producción, puesto que las empresas y el propio Estado desplegaron una intensa política social que, sin embargo, no consiguió suplir los bajos salarios y las duras condiciones de trabajo, dejándonos conjuntos como Solvay, Arnao, La Felguera, Bustiello...
El resultado de todo ello es un valioso Patrimonio Industrial, donde los castilletes, auténticos gigantes de hierro varados por la historia jalonan unos territorios en los que generaciones de hombres y mujeres vivieron produciendo carbón para España.
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