Transportes
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Ferrocarril de Langreo
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Museo del Ferrocarril
522487997
Automotor FL 203
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Coche FL H34 y H47
522487900
Locomotora FL 30
522487951
Locomotora FL 46
El Ferrocarril de Langreo fue una línea extraordinaria por muchos motivos, uno de los cuales era su variopinto material rodante. Dentro de él, destaca su parque de coches de dos ejes y caja de madera, principal protagonista del transporte de viajeros durante casi 125 años, hasta su retirada definitiva en 1974, cuando se encontraban entre los últimos de su género que prestaban servicio en toda España.
Afortunadamente, FEVE vendió algunos de ellos a particulares que los reconvirtieron en viviendas, lo que permitió la supervivencia de varios ejemplares. Dos han podido ser recuperados por el Museo del Ferrocarril de Asturias y muestran los modelos más habituales de los que disponía el Ferrocarril de Langreo.
El primero lleva el número H34 y fue construido en Bélgica por la Société Franco-Belge en su fábrica de La Croyère en 1906. Cuenta con seis departamentos provistos de bancos de madera, y separados por unos tabiques que llegan hasta la altura del respaldo de los asientos, comunicados a través de un pasillo interior lateral, y una capacidad total de 60 viajeros. No tenía freno ni calefacción y fue dotado años después de su puesta en servicio de alumbrado eléctrico.
El segundo ejemplar es el H47, construido en 1912 por la empresa zaragozana Carde y Escoriaza, siguiendo la estética de sus antecesores belgas. En esta ocasión se trata de un coche mixto, dotado de dos departamentos de primera clase, dos de segunda y un retrete en el centro. Su estructura es la misma, con departamentos independientes, totalmente cerrados e interconectados por un pasillo lateral, y asientos tapizados. Podía transportar a solo 24 personas y carecía también de freno y calefacción.
Ambos constituyen una excelente muestra de las espartanas condiciones de viaje que experimentaban los pasajeros en los trenes de finales del siglo XIX y comienzos del XX. Están equipados con estribos corridos en el exterior, que permitían tanto el acceso de los viajeros desde los andenes bajos que tenían las estaciones en aquella época, como el tránsito de los interventores cuando los coches no disponían de intercomunicación.
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